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sábado, 25 de abril de 2015

Pago de los Capellanes - Crianza 2010

En esta ocasión tenemos uno de los vinos reconocidos de la D.O. Ribera del Duero: Pago de los Capellanes, Crianza de la calificada como "Excelente" añada de 2.010. Elaborado por Pago de los Capellanes, S.A. (Bodegas Rodero Villa), en la localidad de Pedrosa de Duero, provincia de Burgos, pero cerca del "Triángulo de Oro" de la D.O., ya que está solo 22 km al Norte de Peñafiel.

El origen de los viñedos de la empresa se remonta al S. XIV, cuando los capellanes de la Parroquia de Pedrosa de Duero ofrecían misas y ceremonias a cambio de pequeñas parcelas de terreno a los feligreses de la zona. Con el tiempo, la capellanía consiguió reunir un extenso terreno o pago. Con la desamortización de 1.855, los terrenos pasaron a manos del Ayuntamiento. En los años 90 la pareja formada por Paco Rodero y Conchi Villa fundaron, en estas antiguas tierras que habían adquirido anteriormente. En 2.010 finalizaron la construcción de las instalaciones de esta bodega, con la inauguración del Edificio Social, tras diferentes adiciones y ampliaciones en años anteriores en lo que se refiere a las bodegas de elaboración y crianza.

Los viñedos de la Bodega producen todos la variedad Tempranillo o Tinto Fino, mejorando año tras año la calidad de las cepas con la renovación de las mismas con los mejores clones. El rendimiento medio de las 35 parcelas es de 5.000 kg/ha.


Fuente: www.evadium.com

Bodegas Rodero Villa ofrece el Pago de los Capellanes en versiones Roble, Crianza, Reserva, Nogal y Picón (estos dos últimos provenientes de las especiales fincas bautizadas con esos nombres).


Fuente: www.evadium.com

El Crianza al que se refiere esta entrada, se realiza con uvas seleccionadas y se realiza la fermentación en cubas de acero inxoxidable que han sido "sembradas" con la levadura autóctona. Durante 30 días se realizan remontes y bazuqueos diarios controlando la densidad, temperatura y evolución de las levaduras. La fermentación maloláctica se realiza durante 22 días a temperatura controlada de 20 ºC con control continuo de los ácidos málico y láctico. Cuando este último llega a una concentración de 0,1 g/l se trasiega el vino a las barricas nuevas o seminuevas de roble francés (de entre 1 y 3 años) de tostado medio sin enfriar, clarificar o filtrar. En las barricas permanece el vino durante un período de 12 meses, desde donde se trasvasa al final del ciclo a un depósito para homogeneizar, donde se realiza un filtrado leve de poro abierto antes de pasar a las botellas, donde reposa hasta cumplir el ciclo total de al menos 24 meses de crianza que exige la Reglamentación de la D.O.

Embotellado en una botella bordelesa sólida y pesada de color caramelo oscuro personalizada en relieve con el nombre de la bodega, el etiquetado del vino es de los que a mi me gustan, todo sencillez y elegancia.

La blanca y rectangular etiqueta principal contiene, en primer plano el logo de la Bodega en rojo y el nombre en negro, y debajo la mención a la Denominación de Origen, seguido del tipo de vino y en el centro la añada en rojo y por último, abajo, el nombre de la localidad donde se elabora el vino. Toda una declaración de intenciones de apego a la tierra y a la zona vitivinícola.

La parte superior de la etiqueta trasera es una copia reducida de la etiqueta frontal, seguida por abajo de la información sobre la uva, el viñedo, el proceso de crianza y la temperatura de servicio recomendada, para terminar con los datos de la bodega y los contenidos de alcohol del 13,5% y del volumen de la botella de 75 cl.

Una presentación magnífica y acorde con la calidad del vino que contiene.

En los consejos de servicio de la etiqueta trasera recomienda decantar el vino durante 1 hora antes de servirlo. Yo seguí el consejo y lo decanté, aunque empecé a beberlo aproximadamente a los 25 minutos, para observar su evolución hasta el tiempo sugerido.

Visualmente, el Pago de los Capellanes Crianza de 2.010 nos muestra un color granate con reflejos marronáceos, y un ribete que tendía a color salmón, una superficie brillante y, desde el primer momento, posos que muestran la escasa filtración que indica la bodega y que no genera rechazo, más bien profundiza en la impresión de que estamos ante un producto de calidad que ha tratado de ser elaborado con la mínima intervención posible.

La agitación de la copa produce una aparición de lágrimas profusas con caída a velocidad normal.

A partir de una intensidad media-baja a copa parada (más bien a decantador parado), despliega inmediatamente después de servir en copa y agitarla un muy agradable y complejo aroma con frutos negros muy maduros y dulces en primer plano, seguido secundarios de panificación dulce tipo brioche, un toque de especias dulces (con el regaliz como protagonista), un cacao y recuerdos minerales que te transportan al terreno en que crecen sus uvas. El postgusto es ligeramente licoroso, con un fondo muy sutil de madera muy bien integrada en la estructura olfativa del vino.

En boca, produce una activación muy homogénea de las papilas gustativas y el paladar. Es un vino con cuerpo y volumen, con taninos sedosos, dulces y maduros. En mi opinión es muy redondo. Su acidez muy bien controlada, muy agradable, longitud muy buena, y un amargor muy matizado y agradable que incrementa su permanencia. En suma, un vino corpulento, carnoso, al tiempo que elegante, amable y agradablemente permanente.

Imagino una combinación magnífica con cordero, y especialmente con carne de vacuno tierna y poco hecha. Su combinación con chocolate negro en la sobremesa resultó muy recomendable también.

En mi opinión, vale cada céntimo de los entre 18 y 20 € que cuesta una botella.

Mi nota es de 8/10. Uno de los vinos obligatorios de la Ribera del Duero.

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